-Nomás espero que venga la señora para marcharme -decía un negrillo joven de veinticinco años, a una muchacha que cosía sentada a la puerta de un rancho situado en la falda occidental de los cerros de Cucha.
-Pues poco ha de tardar: aunque yo me figuro, Carmen, que te vas a volver como te fuiste.
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