Por más de media hora los fuelles gimieron al impulso del Cacomixtle, los carbones encendidos recibieron su aliento, y el tío Lalo preludió, por decirlo así, la hoja de un curvo machete destinado tal vez a hacer un papel importante en alguno de esos escándalos que brotan casi siempre de los fandangos de Tierra Caliente.
La fragua estaba sola, los tertulianos habían ya desaparecido, y el herrero y el muchacho trabajaban sin cruzar una palabra.
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