Las noticias del estado que guardaba la plaza llegaban continua y oportunamente al campo de los republicanos, y el general Díaz, con una prudencia notable en su edad, comprendió que la ciudad se rendiría muy pronto, sin necesidad de exponerla a los horrores de un asalto.
Se le hicieron proposiciones por parte de los sitiados, pero con esa lealtad heroica que distinguió a los caudillos de la segunda guerra de Independencia en México, Díaz no quiso traslimitar las facultades que había recibido del Presidente, y se negó a entrar en convenios.
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