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La noche del desorden

Con la alegría, olvidó Mondragón a su amigo Caralmuro, y no pensó en ir a rescatarle hasta el día siguiente al del reconocimiento; pero cuando lo recordó, era ya casi de noche, y lo dejó para la mañana próxima.
Aquella noche la guarnición estaba más inquieta que de costumbre: había habido en la tarde un fuego horrible de cañón por todas partes, y los vecinos pacíficos temían un asalto, al paso que entre los militares se hablaba, aunque con reserva, de capitulación y de garantías.