Don Celso corría sin sombrero las calles como un loco: doña Estefanía caminaba detrás de él, siguiéndole lo más de cerca que le era posible.
Así llegaron a la casa de Inés: la puerta estaba entornada: Valdespino la empujó con violencia y subió sin detenerse: doña Estefanía entró también. Aquella brusca salida de don Celso al descubrirle el nombre de su hija, la circunstancia de dirigirse a la casa, cuyas señas le había dado Feliciana a doña Estefanía, todo, todo era para ella un presagio de algo terrible y siniestro.
Sign in to unlock this title
Sign in to continue reading, it's free! As an unregistered user you can only read a little bit.