Mondragón recibió la carta de Leonor en la que le anunciaba la nueva desgracia de don Plácido, y la situación en que debía encontrarse la joven le impresionó vivamente.
A pesar de todo lo que había ocurrido, Mondragón conservaba un cariño y una ternura extraordinarias a su edad. Él mismo se admiraba de aquellos sentimientos, y la inocencia de la joven, con lo poco que había sabido, le parecía fuera de duda: así es que en cuanto recibió la carta, se dirigió a la casa de Caralmuro.
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