Leonor, afectada por las violentas emociones que había sufrido, cayó en cama, presa de una ardiente calentura.
Don Juan, comprendiendo la inocencia y la pureza de aquella alma, tenía por la joven un cariño verdaderamente paternal, y no se separó de la cabecera de la enferma durante diez días que duró aquella crisis.
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