Valdespino era hombre de una actividad diabólica, y de unas pasiones terribles: insaciable en su sed de oro y de mujeres, todos los medios le parecían lícitos, si con ellos conseguía su capital, o poseer de grado o por fuerza una mujer, por la cual hubiera concebido un capricho.
Y un amor y un deseo o una pasión no le embargaban por completo: perseguía a la vez dos o tres mujeres, y por cada una de ellas hubiera cometido mil crímenes, hubiera vendido su alma al diablo, si hubiera creído en el diablo; pero don Celso no creía en el diablo, ni en Dios, ni en nada; en nada más que en sus brutales apetitos.
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