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Las dos resoluciones

A pesar de su curiosidad, Feliciana no asistió a la cita que le había dado la Guacha, y el proyecto de descubrir a los padres de Inés, que abrazaba en un principio con tanto fervor, se le fue olvidando con ese eterno mañana, tan común por desgracia en México. Mañana buscaré a esa mujer decía Feliciana, y pasaba aquel día y no la buscaba; mañana iré a la casa de Mondragón, y llegaba ese mañana, y siempre alguna cosa se ofrecía, y no llegaba a ir.
Entretanto, don Celso menudeaba sus visitas, apuraba sus argumentos, multiplicaba sus promesas, encendiéndose más y más cada día en aquella pasión infernal, a medida que más difícil se le presentaba el logro de sus deseos.