Los acontecimientos que vamos a referir en este capítulo son tan extraordinarios, que a no ser tan verdaderos, no nos permitiríamos ni darles entrada en una novela: porque siendo una ficción, sería faltar al respeto a nuestros lectores el presentarles este cuadro. Pero más de tres mil testigos pueden jurar la verdad de este episodio, que no comprendemos, porque pasó casi inapercibido.
Los franceses y belgas habían ocupado a Tacámbaro, y la columna republicana tomó el camino de la hacienda de Puruarán, donde pernoctó: allí quedó el general Arteaga, a quien sus heridas antiguas no le permitían caminar más, con doscientos jinetes, y el resto de la fuerza se dirigió rumbo a Uruapan, pasando cerca de Ario, lugar ocupado por el enemigo.
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