Tres años pasé -continuó don Juan-, al lado de aquel buen cura, que además de ser honrado, era un hombre de conocimientos poco comunes, inteligente en las ciencias naturales, y dividía su tiempo entre el ejercicio de su ministerio y el estudio.
Al principio sólo le acompañaba yo en sus excursiones científicas como un criado; pero poco a poco, y viendo mi afición, comenzó a considerarme como un discípulo, y después como un colaborador.
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