Don Bartolo del Murillo era un español, viejo, rico y honrado, que vivía tranquilamente en México desde el año del Señor de 1825, y ocupaba una magnífica habitación en la calle de Cadena.
La familia de don Bartolo se componía de su mujer doña Guadalupe, mexicana, criada con las costumbres de los tiempos coloniales, que no abandonaba nunca; de su hijo mayor Eduardo Murillo, a quienes hemos visto pasando trabajos por Zitácuaro; y de una preciosa muchacha llamada Elena, que era la joya y la adoración de la familia.
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