Ésta era una pareja que vivía casada por el registro natural. Un día llegó Tomasito, que así se llamaba el varón, a la casa, y le dijo la mujer:
-Oiga don Tomasito, ahí está ya la Semana Santa.
-Bueno, ¿y qué?
-¿Y qué?, que yo ya me he confesado y es fuerza que usted se me mude de aquí, pero luego, luego.
Don Tomasito comprendió la fuerza del argumento, y se conformó con la resolución.
Con muchísima prudencia, y sin desplegar sus labios, hizo un lío de trapitos, enrolló su petate, (porque todo esto pasaba en una accesoria), se puso su sombrero y se dirigió a la puerta.
Iba a salir cuando oyó la voz de su adorado tormento que le llamaba.
-Don Tomasito.
-¿Qué se ofrece?
-Oiga usted, váyase pronto, eh; pero el sábado de gloria que no sea necesario andarlo buscando.
La confesión
Apócrifo
-Acúsome, pagre -decía una india que se confesaba-, que yo andaba namorada de mi comadrita su marido.
-Válgate Dios, hija -contestaba el sacerdote, que comprendía que «mi comadrita su marido» quería decir mi compadre-, ¿cómo fuiste a cegarte así?
-Pagre, como semos pobres y estamos solos.
-Sea por Dios, ¿qué más?
-Acúsome, pagre, que namoré con señá Dorotea su esposo.
-Ave María Purísima; ¿cómo fue eso hija?
-Pagre, como semos pobres y estamos solos.
-Vaya, hija, ¿qué más?
-Pues pagre, también lo namoré con siñor don José su hijo.
-Pero mujer, ¿estabas loca?
-No, pagre, como semos pobres y estamos solos…
End of title
Sign in to unlock this title
Sign in to continue reading, it's free! As an unregistered user you can only read a little bit.