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joyería situada en una de las principales calles de México; pero en
ella tanto podían encontrarse collares y pulseras, pendientes y
alfileres de brillantes, de rubíes, de perlas y esmeraldas, como
ornamentos de iglesia, y custodias de oro, y cálices y copones
exquisitamente trabajados, como lujosos muebles y objetos de arte, de
esos que constituyen la floración del gusto.
con la cabeza hundida entre los hombros y las narices entre los
carrillos, tenía fama de ser un judío porque se llamaba Samuel, porque
era muy rico y muy codicioso, porque gustaba mucho de comer carne de
cerdo, lo cual para el vulgo era una prueba de que su religión se lo
prohibía, fundándose en que la prohibición causa apetito, y, por último,
porque los sábados estaba tan alegre como los cristianos el domingo.
triste, melena lacia, levita negra vieja y pantalón ídem, es decir,
negro y viejo. Además, aunque esto debía ser accidental, llevaba en la
mano izquierda un violín metido en una caja forrada de tafilete negro
con adornos de metal amarillo, que semejaba el ataúd de un párvulo.
presentar ornamentos, y se tomaron medidas, y se hicieron cálculos, y
comparaciones, y apuntes, y, por fin, después de cerca de una hora de
conferencia, el músico tenía ya todos los datos para escribir al tío y
esperar la respuesta y el giro, y recoger los objetos elegidos. Guardóse
en el bolsillo el presupuesto definitivo, y antes de retirarse dijo a
don Samuel:
entraron en la casa de don Samuel, llegó un caballero como de cuarenta
años, de aspecto aristocrático, elegantemente vestido. Buscaba un
alfiler para corbata, y no pudo hallarle tal y como lo deseaba; pero, ya
al retirarse, le llamó la atención la caja del violín tan vieja y mal
tratada, en medio de tantos objetos brillantes y lujosos.
se lo colocó garbosamente, como quien acostumbrado estaba a pulsarle,
pasó el arco sobre las cuerdas, miró el violín con extrañeza y lo volvió
por todos lados; percutió la caja con el dedo, alzó el rostro, y
mirando fijamente a don Samuel, le dijo con solemnidad:
hasta las manos, no sólo por el descubrimiento, sino porque soñaba en
una buena ganancia comprando el violín al pobre músico, que de seguro
estaba necesitado, y de seguro también no sabía el gran precio del
instrumento. Ocurriósele en seguida lo que debía hacer, y contestó a
aquel caballero diciéndole: