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Fairly Easy

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Que dirá cómo logró don Pedro Negromonte poner una víbora en el seno de don Alonso Estrada

La casa de don Alonso Estrada, ese segundo padre de Gaspar de Mendoza, permanecía cerrada, en señal de duelo. Los que pasaban por aquella triste casa, los pobres dispuestos siempre a simpatizar con el dolor, suspiraban considerando a don Alonso, y rogaban a Dios pusiese una gota de consuelo en aquel corazón que debía estar nadando en amargura, y un poco de sueño en esos párpados enrojecidos y fatigados por el llanto. Muchos vecinos aseguraban haber oído los lamentos que el señor Estrada lanzaba en medio de la noche. Pero los pobres vecinos no podían entrar y ver a don Alonso, como van a verle nuestros lectores. Zuazo, fray Roque y Albornoz, hallábanse con él alrededor de una pequeña mesa cubierta de blancos manteles, donde resplandecían, entre ramos de flores, las jarras de cristal, y los vasos, las salseras y las escudillas de oro y de plata.
Don Alonso tenía el semblante melancólico; estaba silencioso; de cuando en cuando hacía estremecer las flores con un suspiro. Mas no era la pérdida de don Gaspar el motivo de su tenaz tristeza. Era que Benavides, el teniente de Mendoza, habiendo atribuido la muerte de éste a los manejos de Zuazo y Albornoz, rehusaba obedecer a los gobernadores; y que Andrés Tapia, enviado con doscientas lanzas para someterle, había sufrido un fuerte descalabro en las inmediaciones de Tollocan. Sabíase, además, y esto era lo peor, que Benavides proclamaba a Salazar y a Chirinos, con exclusión de todos los otros.