En la misma pieza que habitó la familia de Gutierre, se paseaba con ademán de profunda meditación un hombre, cuyo rostro perfilado apenas en el crepúsculo, dejaba conocer las severas facciones de Negromonte.
Vestía todo de negro. Su cabellera, siempre desordenada, estaba descubierta. Su mano se apoyaba naturalmente sobre el pomo de una daga que traía enganchada en el talabarte.
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