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Fairly Easy

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De lo que pasaba en la casa del señor Tesorero mientras éste se ocupaba en cuestiones políticas

Chirinos, fiel a su promesa, y consecuente sobre todo a sus planes de dominación, negoció con su compañero Salazar la asociación de Albornoz en el gobierno de la Nueva España. Albornoz estaba ligado con Estrada, y éste con Zuazo, no por amistad, pues habían dado grandes pruebas de su mutuo aborrecimiento, pero sí por la comunidad de miras, y por la guerra sin cuartel que habían jurado todos a Salazar y Pero Almindes. En consecuencia, Estrada fue el poder llevando como de la mano a sus dos antiguos compañeros. No tardó en producir sus resultados esta colisión de personas igualmente ambiciosas. Suscitóse una ruidosa disputa acerca de la legitimidad de los poderes. Hubo juntas donde las declamaciones y los gritos apagaban la voz de la ley, y donde graves personajes, desesperando de los recursos oratorios, se valieron de los denuestos más soeces, trayendo la cuestión hasta el extremo de echar mano a las espadas. Iba a correr sangre, cuando Rodrigo de Paz, pariente de Cortés, depositario de sus bienes, temido y respetado por todos, tomó parte en el asunto, amenazando a los furiosos litigantes; y como era grande su influencia, logró poner sosiego en medio de estas discusiones tumultuosas. Propuso que se nombrase un juez imparcial a cuyo fallo debía someterse la validez de los poderes.
Era acaso lo mejor; pero el hombre de conciencia, designado para sentenciar en el pleito, sacado precisamente de donde no podía esperarse más que parcialidad y aleves intenciones, decidió que todos aspiraban con iguales derechos a la felicidad de la nación, y que todos cinco, Estrada, Salazar, Chirinos, Albornoz y el mismo Zuazo, debían armonizarse para gobernar juntos los negocios del reino. Ni un murmullo se levantó contra esta sentencia. Los gobernadores, obligados de antemano por un juramento, quedaron conformes en la apariencia, y cada cual se retiró con la sonrisa en los labios; mas prometiendo en sus adentros romper de cualquier modo aquel pacto tan opuesto a sus esperanzas… pero ninguno adivinó que Rodrigo y Zuazo, por encargo de Cortés, los unían a todos para que todos se perdieran.