Medina y Zárate volvieron a sus asientos. Éste clavó en el capitán una mirada sostenida y profunda, semejante a la que el caballo, espoleado por el jinete, clava en el fondo tenebroso antes de salvar el abismo.
-Creo -dijo cuando se hubo satisfecho de su examen- que si alguna circunstancia nos impide arreglarnos, podré confiar en vuestra caballerosidad, sin temor de que divulguéis lo que me veo precisado a deciros.
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