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Fairly Easy

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De cómo nunca falta en las escenas del mundo uno que diga «yo lo vi», ni otros que agreguen «bueno es saberlo»

Mencia, por más que se mostrara indignada por la partida de Zapata, no tomó el negocio muy a pechos: la verdad era, que si se oponía a la salida de su marido, más era efecto del capricho y del deseo de dominar al viejo soldado, que resultado del cariño.
Mencia, a pesar de ser casada hacía ya muchos años, como había vivido tanto tiempo separada de su marido, adquirió las mañas de las viejas solteronas, y la curiosidad se desarrolló en su alma como una pasión, y se alimentaba de las noticias de ajenas vidas, y servía a las mil maravillas para esa clase de investigaciones, y ponía en juego, para conseguir su objeto, no sólo a todos sus conocidos, sino hasta al mismo Zapata y a Juanilla, nomás que el primero solía insurreccionarse contra el servicio que se le señalaba, y el proyecto terminaba en un combate conyugal; y la segunda, inocente y dócil instrumento, obedecía, sin saber quizá para qué hacía aquello que Mencia le mandaba.