Como si Cortés hubiera mandado pregonar en medio de la plaza pública su expedición en busca de Cristóbal de Olid, así se difundió rápidamente la noticia.
Natural era que esto causara en la población una verdadera alarma. Unos temían por la tranquilidad del reino si Cortés se alejaba; otros temblaban al pensar que podría llevarlos en su compañía; quién miraba en esto la pérdida de las conquistas de los españoles; quién, por el contrario, creía que se abría un horizonte más dilatado para las aventuras de aquellos genios emprendedores e inquietos.
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