Donde el lector verá dos nuevas víctimas enfloradas para el sacrificio
Villadiego, que no había querido aventurarse en las lóbregas fauces de la cueva, no quiso que Juana, si lograba salir, se hallara completamente abandonada en aquel desierto, y tuvo por prudente buscar un hueco entre las ramas, y esperar allí oculto y en silencio la vuelta de su atrevida compañera.
Pero pasaron dos largas horas, y Juana no aparecía. Jorge comenzaba a creer que algo fatal había acontecido, y ya abandonaba su escondite para acercarse a explorar la boca del subterráneo, cuando escuchó rumor de voces y vio abrirse por diferentes puntos la espesura.
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