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Fairly Easy

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La catástrofe

Concluyamos.
Los pálidos resplandores de la madrugada comenzaron a penetrar por una reja colocada en la bóveda del calabozo, donde Paz, arrojado sobre las baldosas, y aún ceñido por las ataduras, había pasado en el insomnio las horas de una noche de angustia. Con la luz del crepúsculo parecía extenderse un velo de nieve por los muros de aquel recinto. El piso era negro, fangoso, frío también, por la trasudación continua de las aguas. Los miembros de Rodrigo de Paz se habían entumecido. Su rica vestidura y su brillante cabellera tenían costras de un barro infecto. La ira, la posición, los lazos que impedían la libre circulación de la sangre, los esfuerzos continuos para romperlos o aflojarlos habían puesto inyectados, casi apopléjicos, los ojos del alguacil mayor. Los cordeles que cruzaban sus manos corrían por hondos surcos de una piel hinchada y lívida.