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De cómo andaban espantados en la corte de doña María Ana de Austria, todos los nobles por un duende que servía a la reina

Pocas cosas acontecían en palacio y fuera de él que no llegasen al conocimiento de la reina. Las conversaciones de los consejeros y ministros, los lances de honor y amorosos, los escándalos más o menos graves que ocurrían en la ciudad, todo, todo lo sabía doña María Ana de Austria; pero con tal prontitud, con detalles tan ciertos y tan minuciosos como si ella misma lo hubiera presenciado.
Y lo más extraño de aquellas noticias, era que ninguna persona de cuantas rodeaban a la reina alcanzaba a conocer el misterioso conducto por donde las recibía, y todas aquellas personas eran a su turno sorprendidas por revelaciones que les hacía la reina de sus acciones más insignificantes y más ocultas.