La silla de manos conducida por los hombres que seguían a don Guillén marchó por las calles de San Francisco, hasta la plaza principal, allí pasó por el puente que se llamaba de Palacio, y se dirigió para la calle de la Merced.
Como doña Inés vivía en una calle inmediata al Colegio de San Gregorio, no le pareció que había caminando mucho; además, las cortinillas iban corridas, y ella no se ocupaba de ver para la calle en razón de que como entonces no había alumbrado en México, todas las calles parecían iguales en la oscuridad.
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