Las primeras diligencias judiciales acerca de Pío Blanco habían dado ya lugar a que, por la secuela de la causa, se viniera a resolver la importante cuestión de la pena.
Al llegar las cosas a este punto, los pollos alegres se tornaron en asustadizos: porque un runrún fatídico había resonado como el graznido del gavilán sobre la cabeza de los pollos.
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