En el que se ve cómo entre pollos el delito es una felicidad
El ruido del coche despertó a Concha súbitamente. Iba a gritar; pero Arturo se lo impidió muy cariñosamente, y Concha no pudo decir «esta boca es mía», porque Arturo, que era muy solícito, se encargó de decirlo.
El coche siguió corriendo, y como no llevaba orden, el cochero procuró ganar tierra. Cuando sonó la rodada sordamente, los pollos pudieron oírse los unos a los otros.
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