Soledad salió corriendo de la casa y apenas hubo andado el largo de la calle, moderó su marcha y empezó a entrar en cuentas consigo misma.
-Sí, que venga el niño Arturo -decía- él sacará a Conchita de este apuro. ¡Dizque llegar a pegarle! ¡Esto no se puede aguantar! Y todo por el don José de la Luz, por ese taimado del compadre. Sí, que venga el niño Arturo. En esta vez se la lleva, y yo me voy también. Ahora sí compraré unos botines.
Sign in to unlock this title
Sign in to continue reading, it's free! As an unregistered user you can only read a little bit.