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Easy

Sries: Tablado de marionetas para educación de príncipes
PERSONAJES
LA SEÑORA INFANTINA
EL PRINCIPE VERDEMAR
EL DUENDE
EL PRINCIPE AJONJOLI
EL PRINCIPE POMPONbr>
EL GRAN REY MANGUNCIAN
SEÑORA REINA
EL PRIMER MINISTRO
UN VENTERO
UN BUFON
UNA MARITORMES
UN CIEGO
UN BRAVO
LA GEROMA
EL GENERAL FIERABRAS
UN PREGONERO
EL REY MOCOMICON
EL MAESTRO DE CEREMONIAS
UNA DUQUESA Y UN CHAMBELAN
CORO DE DAMAS Y GALANES
ESCENA PRIMERA
(TRES PRINCIPES DONCELES JUEGAN A LA PELOTA EN EL PATIO DE ARMAS
DE UN CASTILLO MUY TORREADO, COMO AQUELLOS DE LAS AVENTURAS DE ORLANDO:
PUEDE SER DE DIAMANTE, DE BRONCE O DE NIEBLA. ES UN CASTILLO DE
FANTASIA, COMO LO SABEN SOÑAR LOS NIÑOS. TIENE GRANDES MUROS CUBIERTOS
DE HIEDRA, Y TODAVIA NO HA SIDO RESTAURADO POR LOS ARQUITECTOS DEL REY.
¡ALABEMOS A DIOS!)
EL PRÍNCIPE AJONJOLÍ.- ¿Habéis advertido, hermanos, cómo esta pelota bota y rebota? Cuando la envío a una parte se tuerce a la contraria.
EL PRÍNCIPE VERDEMAR.- ¡Parece que llevase dentro a un diablo enredador!
EL PRÍNCIPE POMPÓN.- ¡Parece haberse vuelto loca!
EL PRÍNCIPE VERDEMAR.- ¡Antes sería preciso que esa bola llena de aire, fuese capaz de tener juicio alguna vez!
EL PRÍNCIPE POMPÓN.- ¿Por qué lo dudas? ¿Porque
está llena de aire? El aire, el humo y el vacío son los tres elementos
en que viven más a gusto los sabios.
EL PRÍNCIPE AJONJOLÍ.- ¡Bien dice el Príncipe
Pompón! ¿No vemos al Primer Ministro del Rey nuestro padre? ¡Unos dicen
que tiene la cabeza llena de humo! ¡Otros, que de aire! ¡Y otros, que
vacía!
EL PRÍNCIPE POMPÓN.- ¡Y, sin embargo, todas las
gacetas ponderan sus discursos y pregonan que es un sabio, Príncipe
Ajonjolí! El Rey nuestro padre le confía el gobierno de sus Estados.
EL PRÍNCIPE VERDEMAR.- Pero ya sabéis lo que dice
la Reina nuestra madre, cuando le repela las barbas al Rey nuestro
padre. ¡Una casa no se gobierna como un reino! ¡Una casa requiere mucha
cabeza! Y el Rey nuestro padre le da la razón
EL PRÍNCIPE AJONJOLÍ.- Porque es un bragazas. Pero
el primer ministro no se la da, y dice que todas las mujeres, reinas o
verduleras, son anarquistas.
EL PRÍNCIPE VERDEMAR.- Vamos a terminar el partido.
EL PRÍNCIPE POMPÓN.- No se puede con esta pelota, Está de remate. ¡Mirad qué tumbos!
EL PRÍNCIPE AJONJOLÍ.- Tú eres quien está de remate. La has metido por la ventana del torreón.
EL PRÍNCIPE VERDEMAR.- Voy a buscarla.
EL PRÍNCIPE AJONJOLÍ.- Está cerrada la puerta, Príncipe Verdemar.
EL PRÍNCIPE VERDEMAR.- ¿Dónde está la llave, Príncipe Ajonjolí?
EL PRÍNCIPE AJONJOLÍ.- La Reina la lleva colgada de la cintura.
(SE OYE la voz de un duende que canta con un ritmo sin edad, como
las fuentes y los pájaros, como el sapo y la rana. Los ecos del
castillo arrastran la canción, y en lo alto de las torres las cigüeñas
escuchan con una pata en el aire. La actitud de las cigüeñas anuncia a
los admiradores de Ricardo Wagner.)
DUENDE.

¡Dame libertad,

paloma real!

¡Palomita que vuelas tan alto,

sin miedo del gavilán!
 
EL PRÍNCIPE VERDEMAR.- ¿Quién canta en el torreón? ¡No conozco esa voz!
EL PRÍNCIPE AJONJOLÍ.- Un duende del bosque. Mingo Mingote el jardinero lo cazó con un lazo, y hoy lo presentó como regalo a nuestro padre el Rey.
EL PRÍNCIPE POMPÓN.- Yo nunca vi duendes, ni
tampoco creí que los hubiese. Los duendes, las brujas, los trasgos, las
hechicerías, ya no son cosa de nuestro tiempo, hermanos míos. Ese que
el jardinero ha cazado en el bosque, no será duende.
EL PRÍNCIPE AJONJOLÍ.- Yo lo vi, y tiene de duende toda la apariencia, Príncipe Pompón.
EL PRÍNCIPE POMPÓN.- ¡Mucho engañan los ojos, Príncipe Ajonjolí!
(EL DUENDE asoma la cabeza entre dos almenas. Tiene cara de
viejo: Lleva capusay de teatino, y parece un mochuelo con barbas,
solamente que bajo las cejas, grandes y foscas, guiña los ojos con mucha
picardía, y a los lados de la frente aun tiene las cicatrices de los
cuernos con que le vieron un día los poetas en los bosques de Grecia.)
EL DUENDE.- Abreme la puerta de mi cárcel,
primogénito del Rey, Príncipe Pompón, y serás feliz en tu reinado. La
gracia que me pidas, esa te daré.
EL PRÍNCIPE POMPÓN.- Devuélveme la pelota y te abriré la puerta.
EL DUENDE.- ¿Me lo juras?
EL PRÍNCIPE POMPÓN.- Mi palabra es de Rey.
EL DUENDE.- Ahí va la pelota.
EL PRÍNCIPE POMPÓN.- ¡Gracias!
EL DUENDE.- Dame libertad.
EL PRÍNCIPE POMPÓN.- No puedo.
EL DUENDE.- Y tu palabra, Príncipe Pompón.
EL PRÍNCIPE POMPÓN.- Mi palabra no es una llave.
EL DUENDE.- Ni tu fe de Rey.
(DESAPARECE el Duende haciendo una cabriola. Vuelve a oírse su
canción, y las cigüeñas cambian de pata, para descansar antes de caer en
el éxtasis musical.)
EL PRÍNCIPE POMPÓN.- Vamos a jugar, hermanos.
EL PRÍNCIPE VERDEMAR.- Yo salgo el primero.
EL PRÍNCIPE AJONJOLÍ.- Quien sale soy yo.
EL PRÍNCIPE POMPÓN.- Yo debo salir, que soy el primogénito.
EL PRÍNCIPE VERDEMAR.- En el juego de pelota eso no vale.
EL PRÍNCIPE AJONJOLÍ.- Lo echaremos a suerte. El que bote más alto la pelota, aquel sale.
(LA SOPESA y pasa de una mano a otra, toma plaza y la hace dar un
bote tan alto, que casi toca el pico de las torres. Vuelve a tierra la
pelota, y en el rebote se entra por la ventana del torreón.)
EL DUENDE.

¡Dame libertad,

paloma real!

¡Palomita que vuelas tan alto,

sin miedo del gavilán!
 
EL PRÍNCIPE VERDEMAR.- Ya nos quedamos sin pelota. Has estado muy torpe.
EL PRÍNCIPE AJONJOLÍ.- El Duende nos la devolverá. ¡Señor Duende!. ¡Señor Duende!.
EL DUENDE.

¡Dame libertad,

paloma real!

¡Palomita que vuelas tan alto,

sin miedo del gavilán!
 
TODOS LOS PRÍNCIPES.- ¡Señor Duende! ¡Señor Duende
(APARECE otra vez el Duende entre las almenas, y en lo más alto
de las torres puntiagudas, las cigüeñas cambian de pata. El Duende
saluda con una pirueta.)
EL DUENDE.- ¡Señores Príncipes! ¡Servidor de ustedes!
EL PRÍNCIPE AJONJOLÍ.- Devuélveme la pelota.
EL DUENDE.- Con mil amores te devolvería la pelota, si tú me devolvieses la libertad. ¿Me abrirás la puerta?
EL PRÍNCIPE AJONJOLÍ.- Te la abriré.
EL DUENDE.- ¿Me lo juras?
EL PRÍNCIPE AJONJOLÍ.- Palabra de Rey.
EL DUENDE.- ¡No! Palabra de Rey no.
EL PRÍNCIPE AJONJOLÍ.- ¿Pues qué palabra quieres?
Yo no puedo empeñarte otra. Si no soy Rey, nací para serlo, y mi
palabra es conforme a mi condición.
EL DUENDE.- ¿Y no me podrías dar palabra de hombre de bien?
EL PRÍNCIPE AJONJOLÍ.- Me estás faltando al respeto
que se me debe como Príncipe de la sangre. Hombre de bien se dice de un
labrador, de un viñador, de un menestral. Pero nadie es tan insolente
que lo diga de un Príncipe. Hombre de honor se dice de un capitán, de un
noble, de un duelista y de algunos pícaros que se baten con espadas de
cartón.
EL DUENDE.- Ya sé que las espadas y los sables de cartón son la mejor tramoya para presumir de caballero.
EL PRÍNCIPE AJONJOLÍ.- A un Príncipe no se le puede llamar ni hombre de bien ni hombre de honor. Es depresivo.
EL DUENDE.- ¿Para quién?
EL PRÍNCIPE AJONJOLÍ.- Para mi sangre azul.
EL DUENDE.- Príncipe Ajonjolí, tendré entonces que conformarme con tu palabra real. Ahí va la pelota.
EL PRÍNCIPE AJONJOLÍ.- Gracias.
EL DUENDE.- Cumple tu promesa.
EL PRÍNCIPE AJONJOLÍ.- Mañana la cumpliré. Yo no te dije que fuese ahora. Mañana veré a un herrero y le encargaré una llave.
EL DUENDE.- Antes de esta noche vendrá el verdugo.
EL PRÍNCIPE AJONJOLÍ.- Si eres duende, procura salir por la chimenea.
(EL PRÍNCIPE Ajonjolí hace botar la pelota. El Duende guiña un
ojo inflando las mejillas, y la pelota salta a pegar en ellas,
reventándoselas en una gran risa. ¡Es el imán de las conjunciones
grotescas!)
EL DUENDE.- De esta vez, Príncipes míos, no tendréis la pelota sin abrirme la puerta primero.
LOS PRÍNCIPES.- ¡Vuélvela! ¡Vuélvela!
EL DUENDE.- Os vuelvo vuestras promesas reales, que os servirán mejor que la pelota. ¡Son más huecas y más livianas!
EL PRÍNCIPE VERDEMAR.- Duende, dame la pelota, y cumpliré como hombre de bien, como caballero y como Príncipe.
EL DUENDE.- No tienes la llave del torreón, Príncipe Verdemar.
EL PRÍNCIPE VERDEMAR.- Mis hermanos y yo derribaremos la puerta.
EL DUENDE.- ¿Con qué?
EL PRÍNCIPE VERDEMAR.- Con los hombros.
EL DUENDE.- Es muy fuerte la puerta, y antes de derribarla os habría salido joroba. Príncipes míos, estaríais muy poco gentiles.
EL PRÍNCIPE AJONJOLÍ.- Nuestro padre el Rey castigará tu insolencia.
EL PRÍNCIPE POMPÓN.- El verdugo cortará tu cabeza.
EL PRÍNCIPE VERDEMAR.- Me duele que el engaño de mis hermanos te haga dudar de mi palabra.
EL DUENDE.- Príncipe Verdemar, allí viene la Reina vuestra madre, muy señora mía. Pídele la llave, que la lleva en la faltriquera.
EL PRÍNCIPE VERDEMAR.- No me la daría.