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Very Easy

MELODRAMA PARA MARIONETAS
DRAMATIS PERSONAE

DON IGI EL INDIANO

LA PEPONA

EL JANDALO

VALERIO EL PAJARITO

EL BARBERO

EL SASTRE

EL ENANO DE SALNES

RONDALLA DE MOZOS
ACTO ÚNICO
(LA Bandera Roja y Gualda, Café y Billares del Indiano. Don Igi
el Gachupín, le decían en las tierras remotas por donde anduvo. Don Igi
hace cuentas tras el mostrador, tiene un rictus de fantoche triste y
hepático. En la acera de los billares hay rueda de mozos, se conciertan
para salir de parranda, y deshacer el baile de Pepiño el Peinado. Una
mujerona con rizos negros, ojeras y colorete, en el fondo del café,
juega con el gato. A su espalda brilla la puerta de cristales, y el
claro de luna en el huerto de limoneros. Noche de estrellas con
guitarras y cantares, disputas y naipes en las tabernas, a la luz
melodramática del acetileno. En la puerta de los billares, los mozos
están templando. Valerio el Pajarito alarga el cuello sobre la guitarra.)
VALERIO.- Primero a la casa del cura. Hay que cantarle alguna pulla que le encienda el pelo.
EL BARBERO.- El cura con nadie se mete.
VALERIO.- Pues alguno se duele de sus pláticas. ¿Qué le va ni le viene al cura, con que haya amancebamientos?
EL SASTRE.- Don Igi te paga, Valerio.
VALERIO.- Don Igi es libre pensador, y se ríe de pamemas.
EL ENANO DE SALNÉS.- Pepona, como mujer, es quien se consume viéndose señalada por la Iglesia.
EL SASTRE.- ¡No es para menos!
VALERIO.- El cura, y todos los curas, predican el
oscurantismo, y ninguno cumple su misión, que es de paz. Aquí están
haciendo mucha falta los ingleses.
EL BARBERO.- ¿Has templado, Valerio?
VALERIO.- Por mí no se espera.
EL BARBERO.- Primero debiera ser un recorrido general.
EL DE SALNÉS.- ¡Lo apruebo! Viene a ser como un cumplido a la población.
EL BARBERO.- Justamente.
VALERIO.- ¿Cuántos son los Pepes?
EL DE SALNÉS.- Pues el secretario, el teniente, el
fiscal, Don Pepe Dueñas, Don Pepito el presidente del Orfeón, Doña
Pepita Puente, Pepitiña Rúa. En todas las calles tenemos Pepe. ¡En
alguna tres!
VALERIO.- ¡Todo lo cotillas, Merengue!
(SOBRE un caballo tordillo, con jaeces gauchos, viene por la
carretera un jinete. Poncho, jarano, altas botas con sonoras espuelas.
Se apea con fantasía de valentón:)
EL JÁNDALO.- ¡Salud, amigos! ¿A lo que parece, hay buen humor en este pueblo? No se extrañe la pregunta, que soy forastero.
VALERIO.- Pues si, amigo, nos divertimos.
EL JÁNDALO.- Alberto Saco reclama su puesto.
VALERIO.- ¿Qué puesto quiere Alberto Saco?
EL JÁNDALO.- Alberto Saco, donde entró, fué primero.
VALERIO.- En pocas villas habrás entrado, poco corrido los mundos.
EL JÁNDALO.- He rodado por todos los cabos del planeta. De América vengo.
(VALERIO el Pajarito, parodiando al gaucho pampero, le alarga la mano en compadre, y el otro, en el mismo talante, choca la suya:)
VALERIO.- ¡Ché! ¿Venite vos de la América? ¿Conocé, vos, la Pampa Argentina?
EL JÁNDALO.- ¡Desde el Cabo de Hornos al Estrecho de Bering, nada me queda por conocer!
VALERIO.- Buena tierra toda ella para ganar plata. Se gana y se bota juntamente, pero el ahorrativo se enriquece. Hable Don Igi.
(EL Jándalo entra por el ámbito de los billares, azotándose las
bolas con el rebenque, y haciendo el gallo se acerca a la mujer de los
rizos:)
EL JÁNDALO.- ¿Niña, se puede platicar al patrón?
LA PEPONA.- ¿Tienen ustedes algún negocio?
EL JÁNDALO.- Una cuenta traspapelada.
LA PEPONA.- ¿Usted no es de estos reinos?
EL JÁNDALO.- Yo soy un poco de todas partes.
(DON Igi, curioso, viene al mostrador y se reclina a placer,
cruzando los brazos, la pluma en la oreja y los espejuelos sobre la
calva. El gato se escurre de los brazos de la mujerona: Taciturno y
elástico trepa al mostrador, y se coloca al lado del tendero como para
inspirarle.)
DON IGI.- Honradez y trabajo ha sido mi lema
durante veintisiete años que radiqué en Toluca. ¡Lo que es el sino de
los hombres! Mérito acababa de traspasar el negocio y retirarme, estalló
la revolución. ¡Son batallas campales todos los días y tiroteos a los
trenes! El español, tan situado con el porfirismo, se ha visto más que
fregado.
VALERIO.- Eso, patrón, ocurre por todo el extranjero. Usted lo habrá visto.
DON IGI.- Yo en todas partes fanaticé por mi patria. ¡España sobre todas las naciones!
(EL Jándalo, tirada la mangana a la hembra de los rizos, camina
al mostrador, y la morocha amusga la oreja para entender lo que trata
con el patrón. Sólo percibe el murmullo de las voces en sordina, y el
guiño verdoso de las caras bajo el mechero de la luz. Don Igi tiene una
actitud de fantoche asustado. Con los pelos de punta, huraño y verdoso,
se lleva un dedo a los labios.)
EL JÁNDALO.- Pensé no me reconocería usted, Don Igi.
DON IGI.- No estás tan cambiado.
EL JÁNDALO.- No ha sido, con todo, al primer pronto.
DON IGI.- ¿Dejaste tu nombre?
EL JÁNDALO.- Me pesaba.
DON IGI.- Siempre rodando.
EL JÁNDALO.- Siempre. ¿Usted, aquí radicado?
DON IGI.- Trabajando sin ver fruto. Arruinándome por dotar a este pueblo de café y billares. Un progreso que no saben estimar.
EL JÁNDALO.- ¿Se ve usted incomprendido?
DON IGI.- Y arruinado.
EL JÁNDALO.- ¿Con que tan carente de plata?
DON IGI.- Quebrado.
EL JÁNDALO.- ¿Tendrá usted crédito?
DON IGI.- Tampoco.
EL JÁNDALO.- Pues yo vengo por numerario.
DON IGI.- ¡Estaba esperando esa puñalada!
EL JÁNDALO.- ¡Soñación, Don Igi, que me vaya sin plata! A todo vengo dispuesto.
DON IGI.- ¡Prudencia!
EL JÁNDALO.- Decidido a publicar nuestro conocimiento.
DON IGI.- ¡Espera!
EL JÁNDALO.- Estoy rematado de condena, y la denuncia que haga hasta puede valerme una recompensa.
DON IGI.- ¡Ten juicio!
(EL Jándalo se volvió para mirar al fondo de los billares: Había
sentido el magnetismo de los ojos de la mujerona, fosforecidos bajo el
junto entrecejo: La Pepa le sonreía, pasándose la lengua por los
labios, y le respondió con un guiño obsceno. En la acera de los
billares, la ronda de mozos templaba las guitarras.)
EL JÁNDALO.- ¡Don Igi, tiene usted una buena hembra por compañera!
DON IGI.- ¡Muy honesta!
EL JÁNDALO.- ¿Ya usted a pasaportarla como a la difunta?
DON IGI.- ¡Calla, malvado!
VALERIO.- ¡Che! ¿El amigo, que pedía una guitarra, y no la quiere?
EL JÁNDALO.- Alberto Saco no más se raja. Don Igi, nos vemos.
DON IGI.- Así tendrá que ser. Horita, diviértete.
EL JÁNDALO.- ¡Venga la guitarra! Patrón, despida usted a estos amigos con una copa. Ya por mi cuenta.
EL DE SALNÉS.- Mira si tienes la guitarra bien templada, Alberto Saco. Me parece que no ha de faltarte gracia para puntearla.
VALERIO.- ¡Alberto Saco, tú entodavía no conoces a Merengue!
(BABEL de burlas. Los mozos entonan y rasguean en la acera de los
billares, y de allí parten con una mazurca de aldea. La mujerona se ata
una liga, enseñando las medias listadas, a los ojos del gato y del
gachupín.)
DON IGI.- Ese pendejo que has visto, me pondrá el revólver en la mano.
LA PEPONA.- ¡Ay, qué célebre!
DON IGI.- No es modo de respuesta a un compromiso tan urgente.
LA PEPONA.- Te llevo el aire.
DON IGI.- ¿Y ni preguntas quién sea el tal sujeto?
LA PEPONA.- Un conocimiento que tienes de la América.
DON IGI.- ¡El propio Satanás!
LA PEPONA.- ¿Y qué le trae?
DON IGI.- ¡Perderme!
LA PEPONA.- ¿Te pide el alma?
DON IGI.- ¡Me pide dinero!
LA PEPONA.- ¡Pues, sí, que no sabes hacerte el guaja!