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Very Easy

MELODRAMA PARA MARIONETAS
DRAMATIS PERSONAE

LA ENCAMADA

SIMEON JULEPE

LA MUSA

LA DISA

LA COMADRE

LUDOVINA LA MESONERA

PEPE EL TENDERO

UNA VIEJA

LA PINGONA

CORO DE CRIOS

VOCES DE LA CALLE
ACTO ÚNICO
(LIVIDAS luces de la mañana. Frío, lluvia, ventisquero. En una
encrucijada de caminos, la fragua de Simeón Julepe. Simeón alterna su
oficio del yunque con los menesteres de orfeonista y barbero de
difuntos: Pálido, tiznado, con tos de alcohólico y pelambre de
anarquista, es orador en la taberna y el más fanático sectario del
aguardiente de anís. Simeón Julepe, aire extraño, melancolía de
enterrador o de verdugo, tiene a bordo cuatro copas. Bate el hierro.
Una mujer deshecha, incorporándose en el camastro, gime con las manos en
los oídos:)
LA ENCAMADA.- ¡Que me matas, renegado! ¡Que la cabeza se me parte! ¡Deja ese martillar del infierno!
JULEPE.- ¡El trabajo regenera al hombre!
LA ENCAMADA.- ¡Borrachón! Hoy te dió la de trabajar porque me ves a morir, que de no, estarías en la taberna.
JULEPE.- A mí la calumnia no me mancha.
LA ENCAMADA.- ¡Mi Dios, sácame de este mundo!
JULEPE.- ¡No caerá esa breva!
LA ENCAMADA.- ¡Criminal!
JULEPE.- ¡Muy criminal, pero bien me has buscado!
LA ENCAMADA.- ¡Sólo vales para engañar!
JULEPE.- Florianita, atente a las consecuencias.
LA ENCAMADA.- ¡Mal cristiano!
JULEPE.- Ni malo ni bueno.
LA ENCAMADA.- ¡Mala casta!
JULEPE.- Tendré que ausentarme por no zurrarte la pandereta.
LA ENCAMADA.- ¡Espera!
JULEPE.- ¡No seas pelma!
LA ENCAMADA.- ¡Oye!
JULEPE.- Me quedé sordo de un aire.
(JULEPE, ladeándose la gorra, se dirige a la puerta. El viento
frío arrebuja la cortina cenicienta de la lluvia, que rebota en el
umbral. La Encamada se incorpora con un gemido:)
LA ENCAMADA.- ¡Escucha!
JULEPE.- ¿Qué pasa en Cádiz?
LA ENCAMADA.- Lleva aviso por los Divinos. Espera. En este burujo de trapos tengo cosidos siete mil reales.
JULEPE.- No sería malo.
LA ENCAMADA.- ¡Tantos trabajos para juntarlos! ¡Tantas mojaduras por esos caminos! ¡La vida me cuestan!
JULEPE.- ¡No seas Traviata!
LA ENCAMADA.- ¡Así me lo pagas!
JULEPE.- ¡Qué esperanza!
LA ENCAMADA.- ¡Lo que amasaron mis sudores, tú lo derrocharás en la taberna!
JULEPE.- ¡A ver ese burujo!
LA ENCAMADA.- ¡Dejámelo! ¡Espera! Palparlo, sí. Pero no te lo lleves. Ya lo tendrás. Espera que cierre los ojos. Palparlo, sí.
JULEPE.- ¡Pues parece dinero!
LA ENCAMADA.- ¡Siete mil reales! ¡Cuántos trabajos!
JULEPE.- ¡Eres propiamente una heroína!
LA ENCAMADA.- No te lo lleves. Poco tendrás que esperar. Palpa, palpa cuanto quieras.
JULEPE.- ¿Lo tienes bien contado?
LA ENCAMADA.- ¡Siete mil trabajos!
JULEPE.- ¿No te obcecas?
LA ENCAMADA.- ¡Contados y recontados los tengo!
JULEPE.- ¿Es puro billetaje?
LA ENCAMADA.- Billetaje de a ciento.
JULEPE.- ¡Una heroína! No hay más. ¡Una heroína de las primeras!
LA ENCAMADA.- Simeón, procura mirar por los hijos, y no dejar mis sudores en la taberna.
JULEPE.- Ya estás faltando.
LA ENCAMADA.- ¡Te conozco, Simeón Julepe!
JULEPE.- También yo conozco mis deberes.
LA ENCAMADA.- Lo que gastes en copas, a tus hijos se lo robas. ¡Sé hombre de bien!
JULEPE.- ¡En ese respective ninguno me echa la pata!
LA ENCAMADA.- ¡No me dejes sin los Divinos!
JULEPE.- Tendrás cuanto deseas. Eso y mucho más te mereces. ¡Qué duda tiene! Yo respeto todos los fanatismos.
LA ENCAMADA.- Estarás con la gorra quitada cuando entre el Rey del Cielo.
JULEPE.- ¡Me sobra educación, Floriana!
LA ENCAMADA.- Pasa por la puerta de tía Pepa. Dile
que venga para les lavar la cara a los críos y vestirles la ropa nueva.
¡Angeles de Dios, que tan solos en el mundo se quedan!
JULEPE.- ¡Floriana, con ese patetismo me la estás dando! ¡Hablas como si ya fueses propiamente un cadáver! ¡No hay derecho!
LA ENCAMADA.- ¡Avísame los Divinos!
JULEPE.- Entodavía no estás para eso. ¿Dónde has puesto el burujo de los cuartos?
LA ENCAMADA.- Bajo la rabadilla lo tengo. Date priesa, Simeón. ¡Quiero estar despachada!
JULEPE.- ¡Una heroína propiamente!
LA ENCAMADA.- Toma soleta.
(JULEPE se afirma la gorra, y sale contoneándose. Cuando se
desvanece el rumor de los pasos, la adolecida se incorpora abrazada al
burujo de los dineros: En camisa y trenqueando sube la escalerilla del
fayado: Se la oye dolerse, entre un pisar deshecho y con pausas, por la
tarima del sobrado: Helada y prudente reaparece en la escalera: Casi a
rastras llega al cocho y se sume en las mantas remendadas: Atenta y
cadavérica, el rostro perfilándose sobre un montón de trapos, cuenta las
tablas del piso: En su mente señala el escondite que acaba de dar al
tesoro. Dos vecinas cotillonas, figuras grises con vaho de llovizna, se
meten de un pulo por la puerta, ponderando el arrecido de la helada, con
canijo estremecimiento de las sayas húmedas y pingonas. Llega de fuera
una ferranchada de chicos que arrastran un caldero, y olor de sardinas
asadas. La Musa y La Disa -Pepiña Mus y Juana Dis- son las comadres que
ahora entraron:)
LA MUSA.- Bien la aciertas quedándote en las pajas, Floriana. ¿Con qué ánimos estás?
LA ENCAMADA.- ¡Acabando!
LA MUSA.- ¡Sí que no tienes muy buena cara!
LA DISA.- ¿Y el médico no te receta?
LA ENCAMADA.- Su receta fué que me dispusiesen.
LA MUSA.- No llames al médico, Floriana. Si quieres
gastarte un duro, mándale decir una misa a San Blas. ¡Te aprovechará
mejor que si lo tiras en médico y botica!
LA DISA.- Al médico siempre es bueno tenerlo
avisado. ¡Y si no, acuerda cuando se despachó tía Cruces! El médico negó
el certificado, y trajo mayores gastos, porque se metió la curia.
LA ENCAMADA.- Al Juzgado, para comerse una casa, con poco motivo le basta.
LA MUSA.- ¿Y tú, pues tan sin pulsos te hallas, no piensas arreglar las cuentas del alma?
LA ENCAMADA.- Simeón salió por los Divinos.
LA DISA.- ¿Estás confesada?
LA ENCAMADA.- Desde ayer tarde. Mi cuenta tengo rendida en este mundo y en el otro.
LA MUSA.- ¡Muy dispuesta te encuentras!
LA ENCAMADA.- Acato la divina sentencia.
LA MUSA.- ¡Alabada sea tanta conformidad! Aun cuando no salga ser ésta tu hora, bien haces en estar preparada, Floriana.
LA ENCAMADA.- ¡Acabo!
LA DISA.- ¿No tomas aguas templadas?
LA MUSA.- Una gota de anisado te daría calor.
LA ENCAMADA.- ¡Espantaime el gato de sobre la cama!
LA DISA.- ¿Dónde ves tú el gato?
LA MUSA.- Es propio delirio, Disa. Mírala que vira los ojos como para el tránsito.
LA ENCAMADA.- ¡Espantaime ese gato!
(A ESTAS Simeón Julepe entra de la calle, la gorra cargada sobre
una ceja y el paso claudicante de borracho. Da una zapateta viendo a las
cotillonas, y se arranca los pelos:)
JULEPE.- ¡Rediós! ¡A se apartar prontamente! Manos en alto.
LA MUSA.- ¡No escandalices, borrachón!
JULEPE.- ¡A ponerse treinta pasos de esa cama!