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Camino polvoriento del herrén amarillo
Declinando la tarde. En la loma, un castillo.
Entre Guardias Civiles, un hombre maniatado
Camina. Tiene el gesto soturno del malvado.
Sobre la frente torva como el testuz del toro,
El zorongo de lienzo le pone algo de moro.
Negros y siluetados los tricornios, parejos
De la tarde poniente reciben los reflejos.
Una luz que aun define la X amarilla
Del correaje. Llegan cantares de una trilla.
Detrás del prisionero corre su amancebada,
El halda desprendida, la greña desgreñada.
Los ojos recelados, en los Guardias Civiles
Están quietos. El hito tienen en los fusiles.
Ya dibuja la luna sus perfiles inciertos,
Y el grillo y la cigarra comienzan sus conciertos.
El carro rubicundo de la trilla, y el coro
De trilladores, pasa sobre la puesta de oro.
La grama pinta el rostro del tropel de atropiles
Que delante del carro trenzan ritmos gentiles.
La moza castellana alza el ramo venusto
Y a los mozos escapa con alborozo y susto.
Los Sénecas, senectos pardillos castellanos
Cobran las alegrías de Silenos romanos.
El Jaque frente al coro, con baladrón alarde
De su alma negra, reta al canto de la tarde.
Arquea la figura, para cobrar aliento,
Hincha el cuello robusto y da una copla al viento.
Calla el coro geórgico y corre hacia el camino
Con la acucia de ver pasar al asesino.
Y saluda una voz netamente española:
-He d'ir a Medinica cuando te den piola.
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