Agarrándose al pasamanos, con el credo en la boca, bajaba la pina escalera del sollado un pasajero de la primera cámara, señorón obeso, bamboleante, jipi y terno de piqué blanco, muchos dijes y cadenas. Los dos compadres se desviaron de la rubiales para acantonarse más lejos, recostadas las espaldas en la obra muerta. Sigiló Don Teo:
-Aquí no media conocimiento. Hay que esperar cómo opera el jefe.
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