La rubiales del peine sin púas, luego de hacerse el moño, sacó de la faltriquera un espejillo redondo, con marco de latón, limpió la luna frotándole en la falda y se miró ajustándose las horquillas: Era una mujer joven, pálida y marchita, los ojos verdes, la boca pintada: Quedó suspensa, fija en el gigante barbudo, que abría los brazos con patéticas voces de un significado oculto: Llenóse de dudas al advertir el gesto con que le oían los dos compadres recostados en la amura, y se juntó con ellos:
-¿Entendéis alguna cosa?
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