El Semáforo de Cádiz anunciaba temporal en el Estrecho. Los Generales unionistas y su séquito de ayudantes esperan una clara arrestados en el fuerte de Santa Catalina. El Vulcano mantiene las calderas encendidas para conducirlos al destierro de las Afortunadas. Los patriotas gaditanos alargan sus catalejos por azoteas y miradores: Crédulos y cándidos, juntan pronósticos revolucionarios al pronóstico del tiempo. La ciudad, blanca y colonial, asomada a la curva de la marina, sonora del rumor del oleaje, estremecida por el viento, que eleva espumas a sus verdes cristaleras, tenía un alocado batir de puertas y ventanas.
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