Los sesudos carcamales de la disidencia moderada, con pausas y resoplos de ciencia política, opinaban repartidos en corros. Calvas y levitas, almidonadas pecheras y bigotes de moco de pavo, asmas y reúmas disidentes de moderantismo, en duelo y apuro por los patrios males, hacían oráculos fumándose los habanos del Marqués de Salamanca. Sus nombres, exornados con lujosos adjetivos, han quedado en una página de Asmodeo. El brillante cronista, entre un barato de flores retóricas, sacaba filos al sable, no menos metafórico que la matona de los Generales unionistas. El brillante cronista cobraba mal en La Época.
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