El prócer velábase en el humo del veguero, con un remolino de moscas en disputa sobre la luna de la calva. La pechera con pedrerías, la cadena y los dijes del reloj, el amplio bostezo, el resollar asmático, toda la vitola del banquero se resolvía en hipérboles de su caja de caudales: Humeó el tabaco con sorna maleante:
-¡Está farruco González Bravo!… Los Espadones de la Unión esta mañana habrán llegado a Cádiz.
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