El Capitán Sánchez Mira, aquel jaquetón patilludo y calvo, con persianas de flamenco, que había solicitado el retiro para conspirar a su talante, llevó los nuevos acuerdos al Segundo Cabo de Sevilla. El General le acogió con alarmados vinagres:
-Pudo usted advertirme, y nos hubiéramos visto sin dar un cuarto al pregonero. Ustedes me buscan un compromiso. El Capitán General ayer mismo me ha llamado para comunicarme que por confidencias reservadas y papeles anónimos se le prevenía contra algunos jefes de la guarnición. Usando de muchas salvedades, vino a decirme que de aquellas precauciones no escapaba mi nombre. Protesté destemplándome, y como es un blanco, me aseguró que no daba crédito alguno a tales testimonios: Hoy he recibido un papelucho anónimo que sin duda viene de Capitanía. Yo no me creo aquí muy seguro… El día menos pensado me mandan a las Chimbambas… A Vallín le expuse con toda franqueza mi compromiso con el General Dulce. Traigan ustedes inmediatamente a los ilustres desterrados. Mucha cautela y no dormirse. ¿Usted cuándo regresa a Cádiz?
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