Recorrían las calles con guitarras y bandurrias los ternes patriotas venidos de Jerez, de San Fernando, de los Puertos. La conjura popular se disimulaba cantando serenatas. No quedó rubia ni morena sin copla en aquella noche gaditana prendida de luceros, fragante de nardos, romántica de músicas, de canciones y de sueños revolucionarios como la hubiera amado Lord Byron. Paúl y Angulo recorrió algunas tascas, asegurando voluntades con rondas de aguardiente. Paquito Puñales, Juan el Verde, Tomé Centeno, Curro Mairena, cabecillas de la plebe, recibieron las últimas órdenes:
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