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CAPÍTULO IX

Con el disimulo de la afición taurómaca se apañaron por tascas y figones las abullangadas rondas de ternes patriotas venidos de los Puertos, de San Fernando y de Jerez. Paúl y Angulo, Cala, La Rosa, Guillen, Salvochea repartían armas sigilando advertencias. Volaban susurros de órdenes secretas para entrar un contrabando de fusiles que esperaba en la playa de Puntales. Se concertaban los últimos avisos y contraseñas para entenderse en el Cuartel de Cantabria. Guillen y Salvochea recibieron la consigna de salir disfrazados para sublevarse con las fuerzas del Campo de Gibraltar. El Capitán Llaugier, marino mercante, aparejaba su barco al intento de transportar la guarnición de Ceuta. Paúl y Angulo se apalabraba con los contrabandistas de Puntales: Antes de medianoche quería tener doscientos hombres bien equipados:
-¡Doscientos barbianes para darle un susto al Gobierno!