La recamarera yucateca, con sonrisa esclava melosa de soles yucatecos bajo los perifollos de camarista protestante, apareció enfriando una taza de salvia, remedio al sobresalto de Niña Condesa:
-¡No hay mejorito para serenarse! Al poqui-poqui se va tomando… Nada de apresures… Al poqui-poqui.
Sign in to unlock this title
Sign in to continue reading, it's free! As an unregistered user you can only read a little bit.