El General Cabrera -ojos de gato, cautela de zorro, falacias de seminarista, ruines propósitos de valenciano- acogió con lisonjas al Señor de Mateo. Restablecía, con exactitud de notario eclesiástico, la partida bautismal del Amigo Práxedes: Atesonado, silabeaba con hipócrita deferencia el judaico patronímico:
-Señor de Mateo, a no hallarme recluido por prescripción facultativa, jamás hubiera dado lugar a que usted se molestase.
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