Venían moviendo bulla los conspiradores españoles. Arrastraban una añeja disputa apostillada de retos y votos, augurios y jactancias. Doña Baldomera los acogió haciendo bucheos de paloma:
-¡Ni llovidos del cielo! Para ustedes, ese desgraciado de la barra ¿puede ser un malhechor?
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