Doña Baldomera apareció sobre cubierta: Corría tras un camarero, le llamaba sofocada: Pudo alcanzarle y le apremió a recibir el lío de una manta que traía en correas. Hablando a gritos, le ordenó que inmediatamente la llevase al desgraciado que iba a morir entumecido en el cepo. El camarero, con flemática impertinencia, puso el lío en un banco, y oponiendo el pretexto de otras obligaciones, trepó a la toldilla. Doña Baldomera se desbocó con despechada y pomposa perorata, condenando la grosería de los camareros ingleses. Algunos pasajeros mostraban su asentimiento. La jamona, interrumpiéndose, corrió al procuro de la manta, que rodaba sobre cubierta. Se le adelantó con apremio galante el relojero marsellés. Doña Baldomera le sonrió jugando los ojos:
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