El Compañero Salvochea, en el momento de tomar la escalera, se sintió detenido. La Sofi, en cabellos, toquillón y enaguas, crispaba los falsos anillos, tirándole de la blusa, llamándole a un lado: Lívida, con cara de susto, espantaba los ojos explorando las sombras del sollado:
-¡No pases! ¡La muerte te espera! ¡Por tu madre, no pases! Yo estoy aquí con la orden de camelarte y ponerte indefenso en sus manos. La intención es matarte y robarte la bolsa de oro que llevas sobre ti. No me desmientas, que acabo de palpártela.
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