La Señorita Julia había puesto la mesa. Una lámpara, colgada encima, proyectaba su circunferencia de luz sobre el hule rameado que substituía a los manteles. La habitación, adesvanada, tenía las paredes cubiertas de estampas piadosas. En el rescoldo de un anafre, la cazuela de la cena esparcía vahos de guisote. La Señorita Julia conversaba con un viejo de hopalandas raídas, calvo, barbudo, friolento, que trascendía en las ropas húmedas el arrecido de una caminata a través de la noche sin estrellas. El carbonario presentó al Príncipe:
-Un antiguo amigo del comendador Andrea Balduini.
Sign in to unlock this title
Sign in to continue reading, it's free! As an unregistered user you can only read a little bit.