Asomaron dos caballeros dando escolta a una señora vieja y un poco coja. Los caballeros altos, huesudos y bermejos, llevaban en el pecho la cruz de Santiago. Eran don Carlos y don Diego Sandoval, sobrinos de la señora coja, a la cual servían como rodrigones esperando el momento de heredarla. La señora no dejaba de advertirlo, y se vengaba tratándolos despóticamente y llevándolos a todas partes como dos mastines atraillados. Doña María de los Dolores Portocarrero y Sandoval, era una mujer inteligente y brava. Su cojera provenía de la caída de un caballo que intentara domar en un cortijo de Estepa. Luego ella misma lo mató de un escopetazo.
La Duquesa se adelantó a recibirla, extrañándose y congratulándose de verla en su tertulia. La vieja le respondió acariciándole la mano:
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