Empezaba a decaer la luz, y un criado con librea azul y medias de seda entró a encender los candelabros de las consolas, aquellos grandes y pesados candelabros de plata, que hacían recordar el buen tiempo en que los galeones llegaban cargados de las Indias. La Marquesa de Galián apretóse el velo contra la cara, y rompió brusca la conversación, levantándose para irse. Su hija, al verla en pie, desplegó los labios con un gesto de tedio:
-Yo me quedo.
Sign in to unlock this title
Sign in to continue reading, it's free! As an unregistered user you can only read a little bit.