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Fairly Easy

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El número tres

I
El calabozo número tres era una cuadra con altas luces enrejadas, mal oliente de alcohol, sudor y tabaco. Colgaban en calle, a uno y otro lateral, las hamacas de los presos, reos políticos en su mayor cuento, sin que faltasen en aquel rancho el ladrón encanecido, ni el idiota sanguinario, ni el rufo valiente, ni el hipócrita desalmado. Por hacerles a los políticos más atribulada la cárcel, les befaba con estas compañías, el de la pata de palo, Coronel Irineo Castañón. La luz polvorienta y alta de las rejas resbalaba por la cal sucia de los muros, y la expresión macilenta de los encarcelados hallaba una suprema valoración en aquella luz árida y desolada. El Doctor Sánchez Ocaña, declamatorio, verboso, con el puño de la camisa fuera de la manga, el brazo siempre en tribuno arrebato, engolaba elocuentes apóstrofes contra la tiranía:
-El funesto fénix del absolutismo colonial renace de sus cenizas aventadas a los cuatro vientos, concitando las sombras y los manes de los augustos libertadores. Augustos, sí, y el ejemplo de sus vidas debe servirnos de luminar en estas horas, que acaso son las últimas que nos resta de vivir. El mar devuelve a la tierra sus héroes, los voraces monstruos de las azules minas se muestran más piadosos que el General Santos Banderas… Nuestros ojos…