Al amanecer volvimos a tomar el camino ya de retorno. Oíase lejano el canto de otros romeros que iban por los atajos. Mi tía no daba tregua a los suspiros, unos suspiros largos y penetrantes de vieja histérica. Murió a pocos días tan cristiana, que sus sobrinas todavía recuerdan edificadas el milagro.
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