Cuando los fusiles estuvieron en los carros, el hermoso segundón bajó á la era y por sí mismo los fue cubriendo con haces de paja. Era media mañana cuando se pusieron en camino, después de la parva de borona caliente y vino nuevo, que viejos y mozos saborearon puestos en hilera, á la sombra del hórreo. Cara de Plata, ya encima de su caballo, hablaba con el canónigo y la monja, que estaban en una ventana:
-Llegaremos con la puesta y podremos embarcar durante la noche.
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